Justicia de Género: Un asunto necesario, 2013

25.07.2017

Florence Thomas, Palabras en el acto de lanzamiento del libro, Diciembre 2 de 2013

"Cuando Isabel, hace menos de una semana, me regaló su libro "Justicia de Género: un asunto necesario" y me pidió decir algo an este lanzamiento, acepté por el inmenso cariño y admiración que le tengo a esta mujer, abogada feminista, y poeta. No, lo dije mal, lo vuelvo a decir: en primer lugar poeta y además, abogada feminista. Sin embargo le previne que, no siendo yo abogada, no haría un análisis de los contenidos de su libro. 

Solo diré entonces dos o tres cosas que me atravesaron la mente a propósito de esta mujer y su trabajo. Lo primero que mencionaré entonces es que Isabel podría ser mi hija. Isabel pertenece a la generación de Violeta, esta hija que tuve que inventar para hablar con ella del feminismo. Estas hijas quienes, de alguna manera, permiten a la generación mía seguir soñando al saber que están ahí, profundizando lo que iniciamos cuando empezamos a abrir un camino a los derechos de las mujeres y a sus palabras en medio de un panorama obstruido por el ensordecedor ruido de las voces masculinas. Pues sabíamos que estas primeras fisuras que logramos imprimir en la cultura patriarcal y a sus discursos cerrados y hegemónicos, tendrían que ser ahondadas por estas hijas nuestras que se habían vuelto receptoras de la frágil pero contundente herencia que dejamos.

Isabel, en este sentido es sin duda una de las figuras emblemáticas de esa generación de feministas colombianas, hijas nuestras. Y como abogada, ella se dedicó sin cansancio a cuestionar el derecho como un asunto necesario, como una obligación ética ineludible que acompaña una determinación y seriedad incuestionable.

Y lo vuelvo a decir: no soy abogada pero he tenido la suerte de compartir la palabra con Isabel en varios encuentros, seminarios o congresos desde hace años. Es con ella que he logrado entender que una disciplina como el Derecho, -una disciplina que siempre he considerado tan rígida, fría e impersonal-, podría volverse una aliada posible de las mujeres. Isabel, acompañada de algunas otras mujeres juristas feministas, supo recoger los aportes de dos o tres precursoras como Ximena Castilla, y con los aportes de una práctica feminista a toda prueba, logra hoy convencernos que es posible cuestionar el Derecho, pedirle cuentas a nombre de las mujeres y remover algunos de sus fundamentos tradicionales sin engañarnos porque Isabel es prudente y, más que prudente, realista cuando nos previene que esto no se hará en una generación. Sin embargo sabemos con ella, que tampoco habrá retrocesos posibles.

Definitivamente existen derechos humanos, que prefiero llamar derechos de LOS HUMANOS porque estamos aprendiendo a nombrar ahora también los derechos de LAS HUMANAS. Sí, el mundo está felizmente hecho de hombres y mujeres y ya estamos empezando a reconocer, gracias a mujeres como Isabel, que el gran sujeto universal, ese sujeto del Derecho, ha sido durante siglos y sigue siendo demasiado a menudo, un varón blanco, heterosexual, profundamente judeocristiano, letrado y propietario. Estamos aprendiendo a reconocer entonces que no es lo mismo habitar este mundo desde una práctica de mujer, pero sobre todo desde un cuerpo sexuado de mujer.

Y varios capítulos de este libro están ahí para ilustrar lo que significa cuestionar el derecho y la famosa neutralidad de las decisiones jurídicas. Uno de ellos se dedica al feminicidio y su reciente historia aún en construcción brillantemente contada y desarrollada por Isabel con el proyecto de ley Rosa Elvira Cely. Un proyecto que, como lo reconoce la misma autora y Mercedes Hernández, nombrándose así, hace las veces de homenaje y asume la función de memoria histórica que ocurrió hace más de un año en el Parque Nacional en Bogotá. Una historia que no se debería repetir nunca más, aun cuando sabemos todas y todos que mientras estoy hablando esta noche con ustedes, tal vez solo a dos cuadras de aquí, una mujer es violada, torturada y finalmente asesinada. Son más de mil mujeres al año, víctimas de feminicidio en Colombia, ubicando nuestro país como el tercero de América Latina en número de feminicidio. Un atroz legado de la cultura patriarcal.

Cuestionar el derecho en un país feminicida en el cual reina la impunidad desde hace décadas era definitivamente un asunto necesario e ineludible.

Afortunadamente hoy, y además de este proyecto presentado por Isabel al Congreso de la República, vieron luz en un lapso de menos de 10 años, varios ejemplos esperanzadores de esta nueva mirada sobre el derecho; citaré por memoria el fallo de la Corte Constitucional C-355 de 2006 que despenalizó tres excepciones del aborto y, que me hace recordar siempre un grafiti anónimo, muy seguramente de mujeres feministas, que decía: "Patriarca, tus pesadillas son nuestros sueños". Sí, señor Procurador General de la Nación, prepárese a dormir cada vez más mal porque nuestros sueños se están volviendo realidades y le van a generar más de una pesadilla. Las mujeres colombianas ya han cambiado y ya se están convenciendo de que tienen derecho al derecho. Hoy nada es igual a hace un siglo, nada es igual a hace 50 años.

La misma carátula del libro de Isabel nos confirma lo que acabo de decir: La carátula me recuerda un cuadro de La María de Jorge Isaccs. La María, final del siglo XIX. Imaginemos que la María tuviera 35 años hace exactamente un siglo, es decir en 1913... Pobre María. Y ustedes se imaginan porque digo pobre María. Pues en 1913, o sea para muchas de las bisabuelas o incluso abuelas de ustedes, María a los 35 años no era ciudadana. A los 35 años, María jurídicamente no existía. María no podía administrar sus bienes, no era sujeta de derechos, tenía muy poca posibilidad de acceso a la educación formal y mucho menos a una educación superior o universitaria, no tenía voz ni representación legal ni igualdad jurídica con los hombres y debía quedarse bajo el yugo de la potestad paterna o marital. En otras palabras, hace apenas un siglo, María no se pertenecía a ella-misma, no era protagonista de su vida, su cuerpo, su sexualidad y su subjetividad eran colonizados por una cultura patriarcal, judeocristiana, maternalista y familista que la controlaba con el fin de que no se desordene esa formidable mecánica que casi consigue aniquilarnos.

Claro, sabemos también que en todos los siglos de los siglos existieron mujeres quienes lograron transgredir y quebrantar todas las normas y estereotipos culturales de género.

Muchas de ellas fueron asesinadas, guillotinadas, torturadas, quemadas, encerradas, vilipendiadas, insultadas, humilladas por sus luchas por la libertad de pensar, de existir y de crear, es decir por meterse donde no las esperaban y no las podían tolerar. Pero sabemos también que debajo de sus heridas imborrables moraba una formidable risa interior y goce sin límite generado por la libertad que sentían frente a sus verdugos. Y es lo que deben estar sintiendo hoy día mujeres como Isabel con esta tenacidad inquebrantable para cambiar el mundo.

Ahora y para terminar quisiera también referirme a la Isabel poeta. Porque estoy segura también que Isabel ha tenido que compartir muchas tristezas para lograr escribir este libro.

Y es entonces la poeta que habla:

Paseando mi tristeza

No sé qué será de mi tristeza

la saco a pasear de vez en cuando

la entretengo,

la conmino,

la inadvierto, a veces la presiento

Pero también sabe Isabel y nos recuerda que existen Mujeres de madera:

Mujeres de Madera

Mujeres de madera

Como esas notas que se llevan el alma

Y rompen el silencio del olvido

Se visten de colores en invierno"

© 2017 Isabel Agatón Santander. Todos los derechos reservados.
Creado con Webnode
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar